Muchos años después, sentada frente a mi computadora leyendo la noticia de mis primeros 100 suscriptores, recordé esa mañana remota en la que todos aplaudían mientras me entregaban el premio al 1er lugar de Literatura Infantil.
Tenía alrededor de 9 años y había dicho la mentira más grande de mi vida:
Que yo había escrito el cuento ganador de las Olimpiadas de Literatura Infantil de 1997 del Colegio Niño Jesús de Praga.
Aquella vida era tan simple, que fingir que un clásico de Oscar Wilde era mío no se sintió un exabrupto.
El premio fue una cartuchera de Jurassic Park: El mundo perdido.
Era una especie de cuaderno acolchado, con un cierre rojo que rodeaba tres de sus lados. Dentro tenía varios compartimientos y traía:
Un juego de 5 creyones
2 lápices (cuyas minas estaban partidas y nunca sirvieron)
Un sacapuntas sin depósito
Una regla de 15 cm
Una borra (que solo servía para romper el papel de mis cuadernos)
Pasé 7,411 días, más aquellos que olvidé contar, con miedo a que alguna vez alguien supiera que copié a Oscar Wilde y me gané una cartuchera en su nombre.
Cada vez que conocía a alguien o iba a una entrevista de trabajo, rezaba para que Raúl, de Recursos Humanos, no conociese a la Sra. Clara, mi maestra de 4to grado de primaria, y juntos descubrieran lo que hice.
Por años estuve segura de que todo lo que se necesitaba para que mi vida se viniera abajo, era una casualidad como esa.
➿ Mi primer exorcismo
Una de las oportunidades de trabajo más importantes de mi vida llegó en 2015.
En esa época fui Content Manager de Tráetelo. Una experiencia a la que le sigo agradeciendo mucho.
Quizás había logrado entrar por mi portafolio, pero en mi corazón sentía que el motivo era otro: la fama obtenida en mis años dorados como campeona de las Olimpiadas de Literatura Infantil.
Recuerdo mi primer día en Tráetelo con mucha nitidez por dos razones:
Llevé unas lentejas que se pusieron rancias para el almuerzo (lo que se conoce como comida, en México) y me quedé sin comer todo el día.
Me dijeron que escribía bonito. Mi primer encargo fue escribir un email sobre jeans y al entregar las dos vías creativas, Yari y Majo se alegraron de que por fin alguien las entendiera y escribiera lo que deseaban.
Ellas no lo saben, pero atesoro ese recuerdo, porque aquel martes 17 de febrero a las 5:00 pm, ellas exorcizaron de mí al fantasma de Oscar Wilde.
Desde esa tarde no he parado de escribir.
Me han pagado por escribir e-mails, banners, descripciones de productos, felicitaciones, artículos de prensa, reseñas, memes, guiones, sitios webs, podcasts, chistes, y hasta mensajes de WhatsApp.
Y si bien me liberé del espíritu de Oscar Wilde, no he dejado de sentirme como una impostora.
Soy alguien jugando a ser publicista, sin las suficientes agallas para escribir algo verdaderamente memorable y profundo.
➰ La escritura o el manicomio
El saber por qué la escritura es algo tan vital para mí ha sido un tema recurrente en terapia por años.
Para la buena fortuna de mi psicóloga y su cuenta bancaria, sigue siendo un misterio que me mantiene yendo semana con semana a su consultorio.
Aparentemente tiene que ver con traumas infantiles, falta de autoestima, depresión y otro montón de cosas más que me auto-diagnostiqué en TikTok.
A estas alturas de mi vida, mis opciones son tres:
Seguir dominada por mi Síndrome del Impostor.
Pros: no tengo que esforzarme.
Contras: padecer de migrañas, taquicardias y un cinismo incurable.
Volverme loca negando mis inquietudes hasta que me encierren en un manicomio.
Pros: la comida gratis.
Contras: el blanco no me queda bien.
Escribir este newsletter.
Pros: le doy cabida a mi necesidad vital.
Contras: hago el ridículo frente a todo Internet.
Si estás leyendo esto, ya sabes cuál opción elegí.
➿ Tener cerca a la gente que cree en ti
Nací con la inquietud de contar historias atorada en alguna parte de mi laringe. Nunca la había hecho pública porque no creía en mí, y tampoco permitía que quienes me rodeaban lo hicieran.
Sin embargo, el día que lo permití, me curé de un par de molestias crónicas que casi me dejan calva.
Las primeras personas en saber sobre mis ansias literarias fueron Marcel, Beatriz y Nataly.
Luego fue Diego, quien insiste en que un día venderé best sellers. He de confesar que siento envidia de lo que él logra ver en mí y que yo, honestamente, no logro.
Las siguientes personas fueron Adriana e Itzel. Mis duplas creativas en un momento decisivo de mi vida y que nunca fueron egoístas en dejarme beber de su creatividad para mejorar la mía.
Luego vino El Pozo, una sociedad de señoras de los gatos con las que tengo la dicha de compartir mis días, quienes no solo son mis compañeras de trabajo; sino que me han enseñado una cosa o tres sobre amistad, solidaridad, belleza y disciplina.
➰ A mis primeros 100 suscriptores, gracias por este viaje
Mi red de apoyo me sostuvo lo suficiente como para traerme hasta aquí.
Lo que comenzó como un ejercicio para hablar de las películas que veía y mostrar a mis gatos, terminó siendo una serie de reflexiones muy íntimas sobre lo que siento y espero de la vida.
No sé hacía dónde va ➿Ondulante➿, pero espero que te sostenga y te sirva de red de apoyo.
Bien sea que desees escribir, dibujar, cantar o irte a la montaña a cultivar brotes de alfalfa, ojalá mis correos te muevan un poquito a hacerlo.
Deseo que cada email sea una ola que te revuelque y revuelva.
Que te incomodes, que te rías, o te inspires.
Espero acompañarte a ser lo que solo tú sabes que eres.
Gracias.
El número #015 de ➿Ondulante➿ llegó gracias a cada uno de ustedes:
Si llegaste hasta aquí, TQM. Gracias por leerme.
Un abrazo y nos leemos en quince días (o no)
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Si te gustó este correo, apreciaría mucho que lo compartas 💙
vamos por ese best seller ☝️💚
Qué belleza! Te felicito ☺️