Hace algunos meses enfrenté una de las peores crisis de la edad adulta: se me dañó la licuadora.
Para entender la magnitud de este suceso vamos a viajar a ese fatídico día.
Los domingos son mi día de cocina.
Dedico unas 3 a 4 horas para cocinar todas las comidas de la semana. El mesón de mi cocina se llena de cebollas, tomates, dientes de ajo y vegetales, todos alrededor de mi tabla de cortar.
Es una tabla blanca, de polietileno, que al centro ya no es blanca; sino de un color beige que delata los seis años que lleva en mi cocina. También tiene rayones, marcas de todo lo que he cortado sobre ella: vegetales, pollo, carne, pescado, un par de pastillas, ajos y hasta hielos.
El menú de aquella semana era:
Lunes, miércoles y viernes: Calabacines con zanahorias guisadas con pimentones y orégano, milanesa a la plancha con pimienta limón y plátano frito.
Martes y jueves: Queso parmesano, salsa bolognesa y pasta (en ese orden).
Para un menú así, el protocolo consiste en lavar todos los vegetales, ponerlos alrededor de la tabla y cortarlos en orden, mientras de fondo veo por vez #239 algún episodio de Pretty Little Liars, y Frida está sentada en el piso esperando que le regale un trozo de tomate.
Ese día, mientras preparaba todo para picar, puse a hervir 6 tomates junto con un puño de hojas de laurel. Los puse en la hornilla derecha delantera, en la única olla grande que tengo.
Comencé a picar. Primero fueron los pimentones. Me gusta tener de todos los colores: amarillos, rojos, verdes. Luego las cebollas, los tomates, calabacines y zanahorias. Al último siempre corto el ajo.
En el episodio de Pretty Little Liars (S02E02), Jason Di’Laurentis regresa a Rosewood y Spencer le lleva algo de cenar. Ese show debe tener el récord Guiness en incoherencias de guion, relaciones amorosas entre adultos y adolescentes (normalizadas gravemente) y cambios de casting.
Dividí en ollas todo lo cortado. A la sartén azul van los tomates, 2/3 de las cebollas, la mitad de los ajos, todos los calabacines y zanahorias.
A la olla negra, donde previamente hervían 6 tomates, fueron 1/3 de cebollas y lo que quedaba de ajo. Allí sofreí 650 gramos de pulpa negra molida.
Todo estaba andando. Saqué la licuadora y vertí en ella los tomates cocidos. La encendí y noté un ruido seco, como esa tos mal curada que de vez en cuando reaparece.
Ajusté el vaso y la volví a encender. Seguía sonando mal y oliendo peor.
(Aquí imagina ruidos extraños y olor a liga de frenos quemada)
Intenté de nuevo. Fui a un colegio católico, pero ahora soy atea. Se me olvidó cómo dice el Padre Nuestro, igual intenté chantajear a dios rezando lo poco que recordaba.
La licuadora encendió como una seda. Dios sí que obra de formas misteriosas. “Un milagro en mi cocina, supongo que tendré que volver a ser católica”, pensé.
Olor a quemado, más ruidos extraños. El motor se detuvo. El milagro terminó y yo volví a mi escepticismo religioso.
Intenté echarla a andar una vez más. No encendió.
Al fondo, Hanna, Spencer, Aria y Emily están en una sala de cine, se citaron a escondidas porque sus papás les prohibieron verse. En la escena aparece A. Las persigue. Intentan huir, pero Hanna las retrasa. A salta sobre ellas, Spencer despierta, era una pesadilla. (S02E03)
Yo vivía la mía propia: se dañó la licuadora, esa misma que compré en Liverpool, durante el Buen Fin de 2017.
Saqué los tomates aguados y casi deshechos, y los puse sobre la tabla para cortarlos. Hice un reguero. Las manos me olían a laurel.
Me sentí triste. No distinguía si era por la conciencia de que la primera cosa que compré en mi vida adulta emigrada se dañó o por la premonición de que la salsa bolognesa de esa semana iba a quedar mal.
➿ (No) Manual para comprar una licuadora
Los días sucesivos al fallecimiento de mi licuadora T-Fal Infinyforce XL de 14 velocidades fueron raros.
No voy a agobiarte con la búsqueda de su reemplazo: ¿comprar la misma? ¿o una de más velocidades? ¿o quizás una con procesador de alimentos?
Solo sabía que necesitaba una capaz de licuar y mezclar coco, hielo y todas mis ideas con la misma facilidad que con que licuaba un pedazo de patilla. (Es decir, para los que no son bilingües en venezolano - español: Sandia).
La búsqueda se convirtió en mi Imperio Romano.
➰ La importancia de una buena licuadora
La primera vez que supe la importancia de las licuadoras tenía 7 años.
Estaba en segundo grado de primaria y mi colegio me llevó a la obra de Pedro y El Lobo en el Teresa Carreño. Se presentaba junto a la Sinfónica de Caracas.

En el escenario había luces, escenografías, títeres y actores que construían una historia al ritmo de violonchelos, trombones y oboes. Un licuado de cosas mágicas que me deslumbró tanto, que desde ese día supe que mi vida tenía que estar inmersa en arte.
La segunda vez fue cuando mi mamá licuó una sopa de apio (apio el tubérculo, no el verde) y la convirtió en crema, para que pudiera comer sin sentir las cebollas ni el cilantro.
La tercera vez fue poco tiempo después. Tenía 8 años y estaba en tercer grado. Me llevaron al Museo de Ciencias a ver una exposición de dinosaurios. Me sentí en Jurassic Park viendo aquel hábitat con animatrónicos. Aprendí que si pones ciencia e historia en una licuadora, puedes viajar en el tiempo.
Las veces sucesivas no las recuerdo con tanta claridad.
Hubo una ocasión en la que descubrí que si pones leche, galletas y mucho hielo, puedes hacer una merengada helada. La receta sabía mejor si las galletas eran María y a la mezcla le ponías Toddy. La experiencia se elevaba si lo servías en un vaso de La Sirenita y veías Rugrats a las 4 de la tarde.
En otra oportunidad, descubrí que si pones en la licuadora tus Barbies favoritas, un poquito de imaginación y un par de zapatos de tu mamá, puedes hacer el carro de la Barbie que tanto quieres.
Más de adulta, puse en una licuadora mi pasión por el cine y la fotografía, mi poca habilidad social y mi verbórrea. El resultado fue una licenciatura en Historia (que aún no sé muy bien cómo usar, pero es un excelente fun fact para romper el hielo).
➰ “Un ser humano sin licuadora, es un ser incompleto”
Una célebre frase dicha por Simón Bolívar. (Que sería increíble si fuera cierto, pero lamentablemente él murió en 1830 y las licuadoras se inventaron en 1922).
Todo el tiempo estamos mezclando cosas. No nos damos cuenta, pero somos un licuado de experiencias, vergüenzas, logros, risas y tristezas.
Cada experiencia, cada cosa que vemos, cada cosa que probamos es un ingrediente para crear una mezcla nueva.
A veces se siente como si creatividad y el acto en sí mismo de crear fuera exclusivo de gente muy inteligente y rara, cuando la verdad es que es algo inherente al ser humano. Algo así como cuando creemos que para cocinar rico, hay que ser un chef.
Ser humano = Ser creativo
Para usar una licuadora no tienes que ser un maestro cocinero. Solo tienes que tener varios ingredientes para mezclar una y otra vez, para ver qué sale.
Por eso yo no pude vivir sin una y me compré una nueva que incluía un procesador de alimentos, en el que me encanta triturar chile de árbol. Porque me niego a navegar mi existencia siendo una sola cosa, hoy soy un batido de cambur con fresas y naranjas, pero tal vez mañana sea una crema de espinacas.
➿ Cinco cosas para ver esta quincena
Te dejo algunos ingredientes para mezcles en tu licuadora y descubras qué cosa refrescante sale. ¡Provecho!
〰️ Monólogo: Every. Brilliant. Thing.
¿Alguna vez has reído y llorado al mismo tiempo?
Bueno. Este monólogo es una merengada de tragedia, inocencia y ternura que no sabías que necesitabas, y que te hará soltar un par de mocos.
Prepárate para reflexionar sobre la vida, la muerte, los helados y todo lo brillante que hay en medio. Ten pañuelos a la mano, se te advirtió. Lo ves aquí.
〰️ Web: Script Slug (donde ahora leo las películas)
Una cosa es ver películas, otra leerlas.
Script Slug es un sitio web en el que hay miles de guiones de series y películas. ¿Qué para qué quieres leer los guiones? Pues, en palabras de mi buen amigo Marcel, para no ser esclavo de la visión creativa del director.
Cuando lees un guion, tú eres el director, el actor, y el espectador, todo en uno.
〰️ Libro: No me voy a ir (2023)
Ya aclaré que para cocinar no hay que ser chef.
Ahora otra verdad: para dibujar no hay que ser Da Vinci. “No me voy a ir” es un libro de dibujos, hechos por Alejandro Magallanes, durante la pandemia.
Cada dibujo en este libro fue su cómplice y refugio durante 2020: simples, sin pretensiones, pero rebosantes de expresión. Son garabatos que cobran vida y gritan gracias a la poesía de Tedi López Mills, quien escribió lo que se le ocurría sobre el manuscrito que Alejandro le enviaba. Este libro es un diálogo íntimo entre dos formas de arte, donde las palabras bailan con las líneas y los trazos.
Si alguna vez has dudado de tu habilidad para crear arte (como yo, todos los días de mi vida), este libro es la prueba de que a veces todo lo que hace falta para crear es una licuadora.
〰️ Libro: Perras de reserva (2022)
Mi sentir con este libro solo puede ser expresado con una frase que dijo la gran filósofa del siglo XX, Christina Aguilera: Mi alma tiene miedo, pero mi cuerpo dice quiero.
“Perras de Reserva” es un conjunto de relatos de mujeres que tienen en común una cosa: serlo en México y todo lo que eso conlleva, gozar del picante pero también padecer el patriarcado.
Cada relato es tan real, que a veces solo quieres llegar al final del capítulo para saber qué va a pasar (sin importar que termine mal o no).
Lo compras en Librerías Gandhi o Amazon.
〰️ Audio serie: Quemar tu casa
"Quemar tu casa" es una serie de audio que te hará cuestionar cada ruido extraño en tu hogar. Te prometo que después de escuchar los episodios, no vas a querer mudarte nunca.
Sinopsis: Lina y Daniel, una joven pareja, comienzan una nueva vida juntos y llegan a vivir a una vieja casa donde todo parece perfecto para ellos. El vecindario es tranquilo y seguro y los vecinos, acogedores e interesantes. Pero cuando Lina descubre que la anterior moradora de esa casa ha dejado pistas para advertirle que se encuentra rodeada de oscuridad, Lina comenzará a comprender que no puede confiar en nadie y que ha llegado al lugar equivocado.
Lo escuchas en Spotify:
➿ MIAU: Mesa Internacional de Autores Únicos
Esta edición de ➿Ondulante➿ fue revisada por Carmen, conocida en los bajos fondos como Carmench1k4.

Si llegaste hasta aquí, TQM. Gracias por leerme.
Un abrazo y nos leemos en quince días (o no).
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